Detrás de su lamento, Ella

Se desnuda gritando, clamando. La angustia la absorbe por completo, implacable su necesidad de sentirse protegida. Es su soledad tal vez el karma que la persigue. Junto a ella, se encuentran sus fantasmas, sus presencias.
No es ella un ser completo: deseosa del deseo, hay siempre una carencia. Insatisfecha. ¿Cuándo volverás a ser?

Su cuerpo pide a gritos un abrazo que nunca llega. Al costado de la ruta, sus harapos demuestran la indiferencia hacia su persona, creada por ella misma, por su propia voluntad. Su desprecio, su desprecio. Quizás nadie entendiera sin conocerla. Hace falta oírla, ver sus ojos, comprender su vacío: inalcanzable, inaccesible, ella es dueña de sí misma. Las barreras que construye van apartándola del mundo, mientras se relame en su inocencia, deleitándose con su incapacidad de dar. Incapacidad de dar-se: la satisface, la moviliza el placer de saberse hada de cristal.

Ausencias. ¿Es su dolor la manera más lenta de morir? Algo la quema por dentro. Vibraciones que la ahogan, se pregunta cuándo terminará todo esto. Busca respuestas que está segura no llegarán, pero no importa: disfruta, lentamente. Quizás “esto” sea la vida. Así intenta salvarse evocando a quienes jamás conoció: los suyos, sus raíces. Intenta recomponer parte de su historia pero no logra atar cabos: otra crisis nerviosa. Su desesperación es estructural, nadie más que ella puede salvarse. Depresión, aumenta la dosis diaria de litio. Pero nada mejora por que su vida está perdida: asfixiada por su sufrimiento, espera el momento de la muerte, llorando por algo acabado muchos años atrás. Y entre la euforia, la tristeza, la manía de saberse inalcanzable y la búsqueda implacable de un ápice de placer, es que va dejándose ir. En algún momento llegará esa luz que tanto espera.

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